miércoles, 1 de abril de 2009

PROSAS

Constrictora.


Alumbra en silencio, alumbra los rincones empolvados; y sigue callada, risueña. Se envuelve de repente, se enreda, no te daña te hace bien. Después de un rato sigue alumbrando, su luz no cesa. Te aprieta, delicada criatura divina; penetra en tu piel, se fusiona con cada célula viva en ti, y no deja de acariciar. Te ama lo sabes, la amas igual. Entonces enredada en tu piel te besa, es parte de ti. Callada, risueña es parte de ti…








Deja caer la almohada .



Buscarte y encontrarte, perdida con los ojos entre abiertos en montones de fibras suaves, que tenga la dicha de tocar. Allí, pedirte con palabras que se entiendan, que compartamos esta vez las sábanas aunque dividas la cama y que nos separe sólo eso, al fin, entre estirones y bostezos se esfumarán. Partiremos de este punto, en el que sólo nos separa la almohada del centro, que si te acercas con sigilo y yo también desaparecerá, para entonces ya has tocado mi ser; yo tus cabellos, uno que otro intercambio de miradas cálidas y pérdidas de emoción, tu piel que aún no toca la mía, la que me pide a gritos un trozo de tí; se unirán, sin lugar a dudas sucederá, el momento en que te quiera arrebatar las ropas con lujuria, y al mismo tiempo envolvernos en seda hasta formar un capullo. Allí dentro aruñarás mi espalda, las manos tendrán su última ilusión de carne humana; aún quedarán tus ojos, serán nuestros después de despertaremos cansados de guerrear.

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